En los años previos a la pandemia se seguía una tendencia en la que el capitalismo globalizado y financiero no hacía más que crecer de forma casi imparable, y digo casi por que todos sabemos lo que paso el 13 de marzo de 2020. El tiempo iba pasando y las crisis eran más y más comunes en la vida diaria de la sociedad, sin embargo, la economía no hacia más que recuperarse sin modificar aquellos puntos que inicialmente pueden parecer negativos.
Tras el neoliberalismo propio de los años 70, una economía desbocada se imponía a la política desarrollada por los diferentes estados. Nadie osaba influenciar los mercados imponiendo sus condiciones, simplemente se parcheaban aquellos agujeros que la tormenta económica dejaba a su paso.
Pasada la crisis financiera de 2008 nada pareció cambiar, no se tomaron medidas para que estos hechos no volvieran a producirse. De esta manera, la desigualdad y la concentración de riqueza en manos de unos pocos quedan intrínsecas en la definición del capitalismo globalizado. En Europa, por poner un ejemplo, las medidas tomadas fueron encaminadas a pagar deudas y controlar el precio del dinero, descuidando los problemas sociales y humanos de los ciudadanos. En ciertos casos, como en Grecia, la Unión Europea sacrificio a su gente con tal de recuperar su economía.
Tras la ola sanitaria y la actual tormenta económica ahora es cuando se puede valorar la fortaleza y debilidad de las instituciones públicas y, por tanto, la capacidad de los sistemas sociales creados, como la sanidad, la educación o las ayudas públicas. En estos aspectos China nos lleva años de ventaja, el control exhaustivo sobre la economía, el comercio, los mercados y la producción, además de la planificación a largo plazo debido a la estabilidad política existente en el país son un factor diferencial para su economía. Aunque el “partido político” que lidera el país se hace llamar Partido Comunista, a China le queda poco del comunismo fundacional del partido, jamás se ha visto un control tan dirigido y férreo sobre la economía como el ejercido por este gobierno.
Las diferencias entre la Unión Europea y China se basan en el éxito de la democracia y los derechos humanos, un reto al que se debe hacer frente basándose en las señas de identidad que la definen.